Octubre 21 del 2014

Renovación 295

Cuando nos dan un diagnóstico que incluye la palabra cáncer, se sacude todo nuestro ser, “se nos mueve el tapete”, sentimos que el fin puede estar muy cerca, que hemos perdido la batalla, etcétera.

Ahí empezamos a buscar segundas y terceras opiniones, a disciplinarnos con tratamientos y medicamentos, a buscar medidas alternativas.

También podemos recuperar la fe en Dios y acercarnos a Él, o nos volvemos adictos a tal o cual Santo o angelito, esto es, intermediarios ante la máxima autoridad: Dios, el cual está para nosotros, en nosotros, siempre. Es cosa de encontrarlo. Tenemos derecho de picaporte. ¿Por qué recurrir a mediadores cuando tenemos abierta la comunicación directa con “el Patrón”? Se trata de una fe a medias, de un por si acaso.

¿Y qué pasa cuando el cáncer esta en nuestra alma? Ya sea que se llame envidia, celos, odio, rencor, resentimiento, avaricia, etcétera?

No nos damos cuenta de que ese sentimiento es un motor que nos “acelera” en cuanto escuchamos el nombre o la voz de la persona por quién lo sentimos, un mecanismo que se encarga de re-alimentar el malestar y lo hace perdurar en el tiempo.

Esos sentimientos negativos, que se entrelazan las más de las veces, nos “corroen el alma”, y nos llevan a un estado de indefensión ante las circunstancias adversas que se presentan en nuestro camino.

Son, además, devoradores de energía, lo que va a dar como resultado que se debilite el sistema inmunológico y “pesquemos” alguna enfermedad grave, o suframos un accidente mayor.

Conviene revisar nuestro equipaje emocional y ver si traemos el lastre de sentimientos negativos, y procesarlos antes de que sea demasiado tarde.

Una manera de hacerlo es:
* empezar por ver si no nos odiamos a nosotros mismos por no haber logrado esto o aquello.

* Checar si no decimos: “Odio trabajar en esto y ni modo, aquí estoy”. Hay estadísticas que comprueban que una gran parte de las personas que sufren infartos detestan lo que están haciendo para ganarse la vida. De aquí nace un rencor hacía el jefe, los compañeros que sí aman su labor, la familia que demanda más y más dinero, etcétera, y ya hemos dicho que el rencor puede favorecer la aparición del cáncer en el cuerpo físico.

* Liberarnos de todos sentimientos negativos.

* Vivir la vida con armonía y positivismo.

* Amarnos.

* Aceptarnos.

* Confiar en nosotros.

¡Podemos hacerlo! ¡Vamos a hacerlo!.

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