Ya has dedicado unos minutos al despertarte a dar gracias a la vida por tu cuerpo y todo lo que puedes hacer con él, hoy vamos a agradecer la bendición de tener una familia que nos ama y a quien amamos.
Da las gracias por tus padres, tus hermanos, tus abuelos, todos con quienes compartiste (o compartes) una etapa de tu vida. Recuerda que no vamos a poner “peros”, así que si el abuelo suele estar enojado la mayor parte del tiempo, si tu papá brilla por su ausencia en la foto familiar, si tu mamá prefiere a tu hermano, etc., no importa, al menos están ahí, probablemente más interesados en ti de lo que imaginas. Piensa cuántas personas no conocen a sus padres, o los perdieron en un accidente cuando ellos eran niños, o se criaron en una institución de caridad.
Así que agradece su presencia en tu vida, porque parte de lo que eres, para bien o para mal, tiene su origen en ellos. Deja para otra ocasión los aspectos negativos, resentimientos, reproches, que anides contra ellos. Focaliza lo positivo, y si no tienes recuerdos agradables de tus padres o abuelos, es seguro que en tu niñez hubo alguien que te demostró cariño, agradece a la vida la presencia de esa persona.
Puedes dedicarle unos minutos a este ejercicio después de dar las gracias por tu cuerpo, o en lugar de ello, eso es algo que tú decidirás de acuerdo a cómo te sientas.
¡Qué en tu día brille el sol de los afectos!