Renovación 315
Hace muchos años, alguien me contó una anécdota cuando yo expresé que estaba muy enojada con Dios por muchas cosas negativas y dolorosas que habían llegado a mi vida. La comparto con ustedes:
«En una de las tantas inundaciones que hay en cualquier país del mundo, en que las presas se desbordan, llueve en forma inusitada, y crecen los ríos rebasando su cauce y llevándose a su paso poblados enteros, en uno de ellos las personas ya se habían subido a los techos porque las el agua casi cubría su vivienda.
Se presentaron varios socorristas a evacuarlos y llevarlos a un lugar seguro. En una de esas casas estaba un señor de edad madura que rezaba con gran fervor cuando vino una canoa a ofrecerle sacarlo de ahí, a lo que él respondió que Dios lo iba a ayudar y no le iba a pasar nada.
Poco después vino una balsa a brindarle ayuda y los rechazó con el mismo argumento. El rezaba y le recordaba a Dios que siempre se había portado bien y asistido a misa sin falta, por lo que estaba seguro que lo iba a salvar.
Llegó una lancha de motor del ejército a rescatarlo y él se negó a subirse.
Poco después se lo llevó la corriente y murió.
Cuando llegó con Dios le reclamó por qué no lo había salvado si él siempre había sido bueno, a lo que Dios respondió que le había enviado tres lanchas para salvarlo y él las había rechazado».
Conviene que reflexionemos cuántas veces las oportunidades para aprender, para modificar conductas disfuncionales, para ser mejores seres humanos, para perdonar y perdonarnos por nuestros errores, para liberarnos de emociones displacenteras y sentimientos negativos, han pasado por nuestra puerta, y nosotros hemos hecho oídos sordos, nos hemos tapado los ojos o hemos dirigido la vista hacia otro lado para no verlas.
En lugar de reclamar lo que no tenemos, aprovechemos lo mucho con lo que sí contamos.
Vamos a crecer emocional, cultural, cognitiva, espiritualmente todos los días de nuestra vida.