Una querida amiga me mandó un video de una pareja en España que sale al balcón de su casa y pone de acuerdo a los vecinos, también asomados a ventanas o balcones, para cantar el chotis Madrid y les pide que canten el estribillo que es la parte más conocida de esa pieza.
Me llama la atención que al finalizar esta señora la canción agradece los aplausos y aclamaciones de sus vecinos, en unión con un señor vestido formalmente, como si se tratara de un concierto. Ella tiene una voz operística armoniosa y vibrante. Es su forma de colaborar a elevar el ánimo de la comunidad. Se oyen voces cantando un poco desafinadas, pero eso sí, llenas de emotividad. Las calles vacías, los faroles prendidos, unos minutos de unión en aras de dar algo de sí mismos a los demás. Esto se ha repetido en Italia y en España muchas veces. Otros artistas lo hacen a través de las redes sociales, como el concierto que organizó Elton John.
Regreso al chotis Madrid y me viene a la memoria su compositor: el mexicano y jarocho Agustín Lara, y una palabra que nos conviene tener en mente: TRASCENDER. Agustín Lara ha trascendido en el tiempo y la distancia, por ejemplo, hace 40 años me llenó de emoción asistir a un concierto de música en una Terraza de Roma, donde un tenor cantó Granada, otra de sus grandes obras. Hoy en día, en los conciertos de André Rieu alrededor del mundo, las canciones de Lara forman parte de su repertorio.
El gran mérito de Agustín Lara respecto a las canciones que compuso para España, es que nunca había ido a ese país. Las más conocidas son Madrid, Granada, Valencia y Murcia, que yo recuerde de momento.
Lara no necesito viajar más que con su imaginación para crear la letra y música inolvidable sobre esas bellas ciudades española. Las casualidades no existen, se dan por algo: nosotros ahora no podemos salir ni viajar, y si podemos hacer visitas virtuales a otros países, a lugares recónditos e increíbles de todos los rincones del mundo. Podemos recrear nuestros sentidos, a través de la tecnología, en viajes interesantes y enriquecedores. Es probable que Lara solo tuviera postales de España y la conversación vital con muchos amigos y conocidos que le hablaron de ese país.
Vamos a salir con nuestra imaginación y el apoyo virtual a recorrer el mundo, así ya no estaremos más encerrados. Con suerte, si no lo hemos hecho aún, podremos encontrar el camino para trascender también, y para dar algo a los demás.
El vínculo con Agustín Lara fue muy importante para mi esposo, porque el día de su examen profesional, después de la reunión en su casa, se fue con unos amigos al CAPRI, donde se presentaba Lara, a quien le cayeron en gracias esos chicos jóvenes y bulliciosos y los invitó a su departamento después de terminar su participación en el show. Ahí cantaron “juntos” canciones hasta la madrugada.
Pasaron los años y yo tuve el privilegio de conocer y tratar a un gran hombre culto y distinguido, el inolvidable Antonio Ibañez, al que le decían el Chacho Ibañez, quien tenía un negocio de joyería no abierto a la calle en un edificio de la calle Madero, en el centro de la ciudad de México.
El Chacho Ibañez fue mecenas de muchos músicos y artistas, a los que apoyó, no solo económicamente cuando hizo falta, sino en todos los sentidos para que encontraran su bienestar físico, emocional y mental Uno de esos músicos fue Agustín Lara quien, en sus últimos años, estuvo débil, enfermo y solo. El Chacho tenía una pequeña casa de una sola planta en una zona muy arbolada sobre el camino al Desierto de los Leones, donde hacía comidas eventualmente para sus amigos, a la que llamó La Malcontenta, y a la que logró convencer a Agustín Lara se fuera a vivir para recuperarse cuando se encontraba muy delicado. Ahí estuvo unos meses, en compañía de su piano y cero visitas.
Cuando muere Agustín Lara, el Chacho Ibañez, en memoria de su amigo, conservó esa casa tal y como la vivió Lara, casi como un museo en su honor, el cual pude conocer y disfrutar durante una histórica velada a la que acudieron muchas personas cercanas al gran músico. No recuerdo a todos los invitados, permanecen en mi memoria: Amparo Montes, el Vate López Méndez, el Ing Mendez Docurro, y el pianista Alvarito. Excuso decir que los legos éramos mi marido y yo.
Con estas anécdotas quiero recordar y compartir la generosidad de muchas personas que los llevó a la trascendencia: dar siempre que podamos algo a los demás. Podemos salir de nuestro “encierro” y elevar nuestro sistema inmunológico a través del bienestar que genera el gozo y el placer de visitar, conocer o recordar lugares hermosos.