Hay un hombre de alrededor de 60 años, con el aspecto de un campesino, que solía pasar los sábados y domingos, tocando conocidos boleros con su clarinete, frente al edificio donde vivo, mientras recorría toda la avenida. Algunos vecinos se asoman a los balcones o ventanas y le lanzan monedas que él recogía con su viejo sombrero de paja. Yo soy una de las que retribuía su esfuerzo al no pedir limosna, sino endulzarnos la vida con su música.
Con esto del encierro, en ocasiones, me confundo y no sé si es domingo o lunes. Ccreo que es algo que a todos nos pasa, en cualquier lugar del mundo.
Digo esto porque hoy me percaté que este músico ya no viene solo los fines de semana, sino todos los días. ¿Por qué? ¿Será porque ya no tiene su trabajo de lunes a viernes? ¿También a él le afectó la crisis económica? Por lo pronto, los próximos días le daré una propina más elevada que la usual.
En mi caso, a pesar de que la persona que limpia la casa no está viniendo a trabajar, para que se quede segura en sus vivienda, les estoy pagando su sueldo. Es una forma de apoyarla porque ese dinero es esencial para la sobrevivencia de su familia. Espero que todos estén haciendo lo mismo con las personas que ayudan en casa: asistentes, choferes, jardineros.
Por ahí dicen que al perro más flaco le caen más pulgas. Para miles de personas que viven al día, quedarse sin empleo significa hambre y penalidades. Tal vez podamos compartir algo por medio de la ayuda comunitaria establecida en el templo al que asistimos, la ONG que sabemos sí hace llegar la ayuda a quien lo necesita, al Dispensario que nos queda cerca. Compartamos algo de lo que tenemos con quien lo necesita. El flujo de la abundancia llegará a nosotros al hacerlo.
Vamos a incluirlos en nuestra oración de minutos antes de las ocho de la noche, antes de los aplausos. En algunos países hay establecida una ayuda gubernamental para el desempleo, y les dan el 70% de su sueldo. En México, eso no existe, para muchos la realidad es que si no trabajan, no comen, y si promediamos cuatro o cinco personas por familia, el cálculo es aterrador. Tenemos una economía en declive, y lo peor es que no se ve una luz al final del camino que llevamos. Sé que es hay algo podemos hacer: enviar energía positiva al universo para que se ina a la de miles o millones de personas que hagan lo mismo y, todos unidos, cambiemos la vibración negativa que la pandemia trae consigo.