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Francisco I = empatía

Ayer dije que admiro la humildad del Papa Francisco I, hoy reconozco en Él otra cualidad, que no es pose ni estrategia en el desempeño de sus funciones, la facilidad que tiene para establecer contacto con las personas individualmente, lo que puede favorecer que unos segundos o minutos de contacto visual y/o físico, se conviertan en una experiencia transformadora, plena de amor y aceptacion.

Por alguna razón he sido afortunada y he estado frente a dos Papas anteriormente: Paulo VI y Juan Pablo II. Con el primero fue durante una visita privada de un grupo determinado, en que estuve a tan sólo medio metro de distancia y pude sentir su gran energía, plena de amor, aceptación, y determinación de cumplir con su Misión pastoral.

Pablo VI (1897-1978), ejerció su mandado desde el 21 de junio de 1963 hasta el 6 de agosto de 1978, sucediendo al Papa Juan XXIII, quien revolucionó la iglesia con el Concilio Vaticano II, mismo al que Pablo VI dio continuidad bajo su mandato, a menudo caminando por una línea muy delgada entre las posiciones contrapuestas de los diferentes grupos dentro de la Iglesia católica. Fomentó las relaciones ecuménicas con las iglesias ortodoxas, anglicanas y protestantes que dieron pie a acuerdos históricos.

Un Papa sencillo hasta el final, ya que su funeral fue austero y sencillo, y su ataúd de madera sin adornos ni decoraciones. De acuerdo a su testamento, fue enterrado en “tierra verdadera” bajo el suelo de la Basílica de San Pedro, y no en un sepulcro.

En 1985, tras muchos años de mi visita anterior al Vaticano, estuve ante Juan Pablo II en Roma, donde Él supo que yo era mexicana y le impuso las manos a mis dos hijos presentes. Una experiencia fuerte e impactante. El Papa emanaba una energía arrolladora y era carismático ante lo cual, fueses católico o no, recibías un potente mensaje.

Ahora no creo poder ver a Francisco I sino por la televisión. Estoy acostumbrada a leer la comunicación corporal, a valorar la comunicación visual, la cercanía, la empatía de las personas, y lo hago en todas las transmisiones en que aparece.

Juan Pablo II era carismático, Francisco I es el amor.

El amor que desprecia los símbolos de poder, llámense adornos llenos de oro y piedras preciosas en templos y en el vestuario de los sacerdotes, o los rituales magníficos y deslumbrantes. Él habla de que los ministros de la Iglesia deben estar con el pueblo, con los pobres y marginados, en el lugar donde viven, sin imponer la majestuosidad de un templo o una ceremonia como lugar de reunión.

Francisco I transmite la empatía que lo une a los que sufren, de una u otra manera, por injusticias, enfermedades, estigmas, etc. Su comunicación corporal transmite aceptación, vocación de servicio, humildad, honestidad y, sobre todo, amor incondicional.

Dicen que la tercera es la vencida. Yo soy la oveja perdida. Veremos qué pasa con los pastores.

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LIDERAZGO

Con una foto vertical apareció ayer Josep Guardiola en la portada del periódico El País. Se le veía de espaldas, subiendo una escalera que tenía muchos peldaños por delante, con la cabeza ligeramente volteada hacía la izquierda, como para ver a alguien que le había hablado. El mensaje subliminal es obvio.

Al Pep Guardiola, como le llaman por lo general, lo consideran un ejemplo de la MarcaEspaña que puede compensar la imagen adversa que ha generado la situación económica española, e inclusive, ser capaz de abrir nuevos horizontes para salir delante de la crisis.

Soy aficionada al futbol, y de los equipos españoles, mi favorito es el Barcelona desde hace mucho tiempo, por lo que he seguido de cerca los juegos, eventualidades y triunfos de este equipo.

El liderazgo de Guardiola fue una pieza clave para el Barca. Con él ganaron 14 títulos en 19 años, e hicieron el triplete: Copa, Liga y Champions. Sus técnicas motivacionales incluyen todos los recursos psicológicos más actualizados. Es un hombre que está al día y, tal vez, con un pie en el futuro en todos sentidos.

Cuando dejó al Barca, lo buscaron muchos equipos internacionales que le ofrecieron cuantiosas sumas de dinero para que se fuera con ellos. Con toda discreción, declaró que estaba cansado, que quería tener un período de descompresión, y que más adelante vería qué convenía hacer.

Se fue a vivir a Nueva York y tomó un año sabático. ¿Se dedicó a la fiaca?,  ¿al dulce placer de fare niente? ¿a hacer turismo intrascendente? Nooooooo. Se dedicó a prepararse para el futuro, entre otras cosa, estudió alemán cuatro horas diarias durante seis meses. ¿Intuía o sabía hacía donde se dirigía?

Esa preparación le permitió llegar y triunfar en su presentación como nuevo entrenador del Bayern Munich, actual campeón de la liga europea, considerado por muchos, el mejor equipo de futbol actual. 

Había expectación, excepticismo,el deseo inconsciente de algunos alemanes reacios a que un extranjero dirija su equipo campeón, de que se equivocara o cayera mal, y había también  quienes consideran que un líder como él, que se toma su tiempo para pensar las cosas, que no traiciona al equipo en el que está trabajando, mientras por debajo del agua ya tiene “apalabrado” su contrato con otro, tiene la capacidad de vencer retos.

Lo logró. Ante cerca de 270 periodistas, directivos del equipo e invitados, llegó, habló y venció.  ¿Por qué?  Porque lo hizo en un impecable alemán, el idioma del equipo y del país en el que va a trabajar, además de pedir disculpas por no hablarlo perfecto. Porque contestó preguntas con fluidez en cinco idiomas: alemán, inglés, italiano, castellano y catalán. Porque estaba impecablemente vestido, con un traje sobrio y corbata. Por su humildad y sencillez, al decir que era él quien se iba a adaptar a los jugadores, y reconocer que era un equipo triunfador que le estaba dando una oportunidad muy valiosa y que era una bendición que le permitieran trabajar con ellos. Por su carisma, su sonrisa, su falta de afectación y exhibicionismo (no puedo dejar de compararlo con otro entrenador recién contratado por una cantidad millonaria que adolece de estas cualidades).

Considero que podemos aprender mucho de Pep Guardiola. Le deseo una larga y exitosa trayectoria, con una familia integrada, para que siga siendo referente para muchos jóvenes (y algunos viejos), de cómo prepararse para triunfar.

  

RENUNCIA PAPAL

El lunes pasado, sorpresivamente, renunció el Papa Benedicto XVI (Joseph Ratzinger), aduciendo razones de salud por su edad, 85 años. La única otra renuncia fue en el siglo XIII, por lo que no existen antecedentes al respecto.   Como era de esperarse, la noticia conmovió y movió al mundo en muchos ámbitos, ya que hay muchos intereses políticos y económicos involucrados en la elección de un nuevo Papa.

Por razones fortuitas, he tenido la oportunidad de conocer a los últimos Papas católicos, y algunos de ellos me impresionaron por diferentes razones. Los Pontífices anteriores a que me refiero son: Paulo VI (1963-1978), Juan Pablo I (1978-1978 sólo tres meses), y Juan Pablo II (1978-2005) , personajes muy distintos entre sí y a cual más interesante.

De Paulo VI diré que generaba una paz que te hacía sentirte bien y atraído hacia lo que predicaba. Seguidor del Concilio II que iniciara Juan XXIII, asumió la interpretación y aplicación de sus mandatos, lo que lo llevó a la cuerda floja de encontrarse entre las contradictorias expectativas de los diferentes grupos que existen dentro de la Iglesia católica. Por si esto fuera poco, emprendió la meritoria labor de buscar el diálogo con el mundo, con otros cristianos, miembros de otras religiones, ateos, no excluyó a nadie. Influyó en que las acaudaladas sedes de la iglesia ubicadas en Europa y Estados Unidos generaran acciones a favor de los pobres del Tercer Mundo. Inquietó a conservadores, ultras, y demás fuerzas inamovibles de la iglesia con su posición respecto al control de la natalidad (Humanae vitae).

A Juan Pablo I no tuve tiempo ni de apreciarlo entre que llegó y se fue (¿o lo fueron?). Estuvo sólo tres meses en el cargo de Papa, durante los cuales abrazó la herencia reformatoria de su antecesor, lo cual generó una turbulencia significativa entre las corrientes de la iglesia que no querían cambios. La duda sobre su muerte ha dado pie a varios libros, obras de teatro y ensayos literarios.

Juan Pablo II era un hombre carismático. Fueras o no católico, practicaras otra religión o te declararas ateo, tenías que reconocer que emanaba una energía muy poderosa, era seductor, sabía disciplinarse a sus asesores en muchas ocasiones, inteligente y culto, hábil y político, logró estar al frente del Vaticano durante 27 años. No le perdono el que no haya tomado una postura determinante contra la pederastia dentro de la iglesia católica, en especial, contra Marcial Maciel, quien fundó la orden de los Legionarios de Cristo en México, quien fue uno de sus allegados.

Cuando llega Joseph Ratzinger (Benedito XVI), quien no tiene el carisma y el encanto de su antecesor, no pude ignorar que él fue uno de los más estrechos colaboradores de Juan Pablo II, por lo que estaba enterado de las violaciones contra niños y niñas en todo el mundo por sacerdotes católicos. Reconoció los abusos en Europa y pidió perdón. Una postura diferente y muy loable. Sin embargo, cuando vino a México y fue a Guanajuato, sede de los Legionarios de Cristo, no pidió perdón por todo el daño que ellos habían causado. Esto reafirmó mi desapego afectivo hacia él. Ahora renuncia, por voluntad propia, y se desata la guerra de las galaxias en la iglesia católica. Qué Dios los ayude a encontrar el Camino. ¿Tú qué opinas?