Puede ser que, sin planearlo, nos encontremos con una persona que no veíamos desde hacía 20 años. Este encuentro puede quedar en lo banal: “Estás igualito” (qué viejo estaba), “Nos vemos uno de estos días”, o puede ser útil para llevar a cabo varias reflexiones.
A nosotros no nos sirve constatar si la otra persona se ve deteriorada o si ha mejorado en todos los aspectos. Lo importante es aplicar la teoría del espejo.
Vamos a hacer un ejercicio de introspección para VER Y ANALIZAR cómo estábamos en aquellas fechas, qué hacíamos, cuáles eran nuestros sueños y cuáles hemos cumplido. Después de cada renglón, si hay asuntos pendientes, vamos a contestar la pregunta ¿Qué voy a hacer? Si somos capaces, también nos preguntaremos ¿Para qué me desvié de mis sueños? y especificaremos acciones precisas para resolver lo que sea conveniente.
Podemos empezar por el aspecto físico: ¿Ha habido un deterioro más allá de lo normal por el paso del tiempo? ¿Por qué? ¿Para qué?
En cuanto a nuestra mente: ¿Sigue siendo ágil, versátil, está actualizada, la utilizamos productivamente, la actualizamos todos los días? ¿Nos hemos refugiado en el conformismo, la rutina, la mediocridad, en el día a día, evitando pensar y desarrollarla por flojera o por miedo?
Respecto al área emocional: ¿Nuestro Cociente emocional se ha incrementado con resultados positivos para mí y los míos? ¿He evitado manejar mis emociones, reprimiéndolas, ocultándolas, disfrazándolas, y me la paso en juegos psicológicos o en relaciones de co-dependencia con quienes me rodean? ¿Tengo un Proyecto de vida personal, uno de pareja y uno de familia? ¿Mi pareja e hijos lo tienen? ¿Son independientes y autosuficientes en todas las áreas si ya son mayores?
¿La espiritualidad forma parte de mis pensamientos, emociones, acciones?
¿Conocía en aquel entonces y conozco hoy mi Misión en la vida? ¿Vivo de acuerdo con mi Misión? Si no conocemos nuestra Misión, vivimos una vida sin sentido.
¿He logrado practicar el desapego de los objetos materiales o sigo “coleccionando” recuerdos del pasado que no quiero dejar ir? ¿Me afecta mucho el estatus social y económico o hay otros valores que norman mi vida?
¿He cerrado los duelos por las pérdidas importantes que me han afectado: divorcio, empleo, familia, o traigo las heridas abiertas porque pienso que el tiempo lo va a resolver?
Como vemos, hay mucho que podemos aprender de este encuentro fortuito. La vida nos pone Maestros en el camino para que aprendamos de ellos, con ellos, a través de ellos.
Vamos a seguir nuestro camino hacia nuestra meta final, la muerte, con la satisfacción de vivir a plenitud cada minuto de nuestra existencia.