Es conveniente que el niño amplíe su umbral de frustración, poco a poco, conforme va creciendo. Eso, y el aprender a demorar la gratificación, le va a ayudar a enfrentar los mil y un retos que va encontrar en su camino. Por supuesto hablamos de un entorno lleno de amor, aceptación y confianza, en que el renunciar a algo momentáneamente, no sea motivo de dolor para el menor, y en el que aprender que, en ocasiones, no obtenemos lo que deseamos, no implique menoscabo en su autoestima.
Hay padres que parecen haber absorbido el Mein Kampf a la perfección por la constancia con que lo aplican. En el extremo opuesto, existen otros que se desviven por darle al niño todo lo que ellos no tuvieron, y hacen hasta lo imposible por evitar que sufra o que llore.
Es en el justo medio donde encontramos a los padres que favorecen la formación integral de sus hijos en el ámbito físico, mental, psicológico, emocional, espiritual, social, laboral, quienes saben que es sano llorar cuando algo te duele o lastima, que se válido sentir la frustración y que podemos convertirla en un motor que nos impulse a vencer obstáculos (Thomas Alva Edison).
Adivinen en que punto se encuentra un papá que le hace el siguiente regalo a su bebé de 6 meses: