Octubre 14 del 2014

Renovación 288

Si hemos vivido una pérdida de pareja, patrimonio, vivienda, salud, empleo, o la muerte de un ser querido, un primer paso puede ser aceptar el dolor que la ausencia de lo que ya no está nos causa.

Puede que sintamos una profunda tristeza, que lloremos con frecuencia, que el dolor nos invada en mente, cuerpo y alma, y esto es parte del proceso del duelo.

Llorar todo lo que necesitemos es sano. Habrá momentos y lugares donde no sea conveniente hacerlo en forma abierta y prolongada, como por ejemplo, delante de hijos pequeños que van a angustiarse por no podernos consolar, o por no entender qué pasa.

Encontrar los brazos de personas que tengan la capacidad de brindar apoyo sin aconsejar, limitar, controlar, es muy importante.

Darnos la oportunidad de contactar la realidad de la vida a nuestro alrededor, puede ayudarnos a acortar el duelo.

Ocuparnos de las cosas necesarias para resolver nuestra pérdida: papeles de herencia, pagos de seguros, lucha por recuperar la salud perdida, encontrar un nuevo empleo, puede canalizar una energía que dejaremos de utilizar para llorar y lamentarnos.

Lo importante es no caer en la posición de víctima o indefensión.

Hemos vencido muchos retos en el pasado.

Podemos vencer este nuevo reto hoy.

Encontremos el sentido de la pérdida.

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