Renovación 259
Si estamos en una posición vulnerable o dolorosa como consecuencia de acciones u omisiones del pasado, de nada sirve lamentarnos por lo perdido con el “si hubiera hecho esto o lo otro”, o cuestionarnos ¿Por qué no hice esto o aquello?
Tampoco sirve de nada culparnos, lamentarnos o llorar por los rincones diciendo: “Soy un perdedor, Nada me sale bien. Todo lo hecho a perder. Soy un bueno para nada. No hice nada cuando podía. Ya no sé qué hacer”, etcétera. Cargar con una culpa es desgastante e inútil.
El pasado ya se fue. No podemos modificarlo. Si el presente es adverso a nuestras expectativas, si ya nos enfermamos por “sobrecargar la máquina”, vamos a utilizar la escasa energía que tengamos en salir del hoyo, en recuperarnos, en curar las heridas del golpe que nos dimos.
El pasado sirve para algo muy importante: PARA APRENDER.
Vamos a encontrar la lección que está implícita en lo que hicimos o dejamos de hacer antes, en lo que desató la vorágine en que nos encontramos hoy.
“El hombre es el único animal que se tropieza dos veces en la misma piedra”, dice el refrán.
¡Y se tropezará mil veces si sigue haciendo lo mismo y no modifica el camino!
¿Qué tal que si nos tomamos unos momentos para ver cuál es la piedra, de qué tamaño es, qué posibilidades hay de esquivarla, rodearla o brincarla? ¿Qué tal si evaluamos nuestras fuerzas para tomar ciertas medidas no previstas con anticipación? ¿Esa piedra tiene alguna finalidad? ¿Para qué está en el camino? ¿Nos toca a nosotros quitarla o rodearla? ¿Estamos en el camino del SÏ o nos metimos a un sendero rocoso donde el camino va a estar lleno de piedras?
En lugar de lamentarnos, culparnos, o perder el tiempo en tonterías, vamos a tomar decisiones firmes sobre el camino y los obstáculos que pueda haber en él.