Agosto 23 del 2014

Renovación 236

Desprendernos de objetos que han estado ligados o asociados con momentos felices o ilusiones del pasado nos cuesta mucho esfuerzo.

Cuando nos mudamos de casa, lo que casi siempre es para irnos a un espacio más reducido, o diferente en el concepto de ubicación o estatus, nos vemos obligados a dejar ir cosas que tienen algún significado sentimental para nosotros.

Aferrarnos a las cosas puede ser porque nos dan un sentido de pertenencia, porque nos hacen sentir que poseemos muchos bienes materiales, o porque los objetos nos hacen sentir que hemos logrado cierto estatus, entre otras razones.

Es conveniente hacer un ejercicio y “dejar ir” los objetos que nos ligan al pasado y que no “encajan” en nuestro nuevo estilo de vida. Para ello, hagamos un ejercicio y vamos a darles las gracias a cada uno por los ratos felices que trajeron a nuestras vidas y, en seguida, vamos a regalarlos a quién o quiénes les pueden servir en el futuro.

Cargar con ellos es como si ponernos un lastre en nuestra capacidad de avanzar, es un peso muerto que va a lentificar nuestro paso.

Finalmente, son sólo cosas. No nos las vamos a llevar al morirnos. Vamos a compartirlas. Vamos a dejar que sigan su ciclo útil en otro lugar, con otras personas. Hay tantos asilos, orfanatos, reclusorios, refugios para exilados o personas maltratadas, a quienes les vendrían bien esos muebles, esos libros, esos juguetes y esa ropa en buen estado, que es negativo tenerlos amontonados en una bodega, o un cuarto de la azotea, porque algún día nos hicieron felices.

Vamos a compartirlos.

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