Renovación 180
En ocasiones, lo que nos hace sentirnos amenazados no está en el exterior o en las demás personas, sino en nuestra imaginación.
Gastamos una cantidad enorme de energía preocupándonos por lo que puede pasar si…, en lugar de pre – ocuparnos de lograr o evitar lo que queremos, esto ese, tomar las acciones necesarias desde este momento para que llegue, o no se suceda, un evento.
Conviene que revisemos a qué le tenemos miedo, para constatar si existe una amenaza real que lo está generando, o somos nosotros quienes lo estamos creando. Por ejemplo, si nuestra pareja utiliza la violencia física y nos golpea, eso es una amenaza real, ante la cual la única salida es retirarnos y protegernos de él, mediante una denuncia y la separación. Vivir con el miedo en el cuerpo a ver en qué minuto va a explotar porque “la sopa está salada, el bebé lloró, o le parece que nos maquillamos en exceso”, es una forma de auto-torturarnos.
En cambio, decir que no nos retiramos de la fuente de agresiones, ya sean físicas, psicológicas, emocionales, porque tenemos miedo a no ser capaces de ganarnos el sustento, cuando hemos trabajado desde niños, estamos capacitados en diversas áreas, tenemos muchas fortalezas en nuestro haber, hemos vencido grandes retos con anterioridad, puede ser porque queremos ser castigados, no triunfar, no vivir en paz, sufrir cotidianamente.
El miedo a vivir, a triunfar, a ser felices, existe y puede generar una parálisis emocional o conductas erróneas. Hay mandatos que se tradujeron en impulsores de la conducta que nos tienen encarcelados con ese miedo. En lugar, o antes de, buscar el origen de esos impulsores en nuestra infancia, vamos a salir de la trampa.
Hagamos una serie de afirmaciones que repitamos las veces que sea necesario para que nuestro cerebro cree nuevas redes neuronales con ellas y podamos vivir sin miedo.