Renovación 85
Aceptar a los demás como son, no como nosotros queremos que sean, es la base del respeto y de establecer una relación en la que cada uno se haga responsable de su persona, sus pensamientos, sentimientos y acciones.
Si nos empeñamos en cambiar a las personas con nuestro sacrificio, dedicación, obsesión, perfeccionismo, no vamos a lograrlo. A la única persona que podemos cambiar es a nosotros mismos.
La otra persona es como es, con sus cualidades y defectos, con sus áreas positivas y negativas, con su potencial para crecer y sus carencias. Es su responsabilidad lo que hace con su persona, con su vida, con sus pertenencias. El que yo quiera decidir por ella implica que quiero ejercer control sobre ella, y eso es patológico. No estamos hablando de una persona discapacatada mentalmente por supuesto, ni de un niño pequeño, si no de un adulto que podría ser autónomo e independiente en todos sentidos.
Cuando dejamos la codependencia con una persona adicta al alcohol, drogas, fármacos, relaciones destructivas, nos ubicamos en el terreno de la salud. Nuestro ejemplo puede ser la invitación para que la otra persona busque ayuda.
Empecemos por hacernos responsables de nosotros mismos, de lo que pensamos, sentimos y hacemos. Nada de: “Él o ella me hizo sentir mal”, “Tengo que ayudarlo”, “No lo puedo abandonar, me necesita”, y frases por estilo para justificar nuestra postura de salvadores.
“Somos responsables de lo que pensamos, sentimos y hacemos”