Renovación 79
A nuestra familia no la escogemos, ahí nacimos, son nuestros padres, abuelos, tíos, hermanos, y pueden ser personas sanas o disfuncionales. Conviene que nos percatemos si están en los extremos: salud mental y emocional o patologías y disfuncionalidad. También pueden estar en cualquier punto intermedio.
Ubicarlos con toda objetividad nos permitirá decidir la frecuencia y la forma en que vamos a relacionarnos con ellos. Mis abuelos pueden ser un misógino y su víctima, esa es su vida. Yo puedo visitarlos de vez en cuando, no entrar en juegos psicológicos con ellos, hablar del tiempo y los acontecimientos del momento, y salir por piernas.
Con todos los demás, ya sea que vivamos juntos o no, lo importante es no caer en juegos psicológicos, donde hay un fin ulterior conocido por ambas partes, que nos va a hacer sentir mal a los dos, y a reforzar el argumento de vida negativo de los dos.
El libro “Juegos en que participamos”, del Dr. Eric Berne, aporta una gran información al respecto y un análisis completo de por qué jugamos determinado juego, cuál es nuestra motivación oculta, y cómo podemos salirnos de esa comunicación negativa.
Respetar a los demás es básico, después de comprenderlos y aceptar su personalidad. Respetar es no pretender cambiarlos, aunque nos duela su conducta disfuncional, por ejemplo, el que sean adictos al alcohol o las drogas. Ellos son responsables de su conducta. Nosotros no vamos a ser sus cómplices y tampoco sus jueces.
Lo que vamos a hacer es relacionarnos con sus partes sanas en la medida de lo posible, asesorarnos sobre cómo tratar a una persona con esa adicción, detectar qué busca recibir a través de ella y darle la ternura, aprobación de sus acciones positivas, aceptación de sus carencias y defectos (el alcoholismo no es un defecto ni un vicio, es una enfermedad), y tomar nuestra distancia emocional, e incluso física si es necesario.
“Vamos a establecer relaciones sanas con nuestra familia. Es la forma óptima de ayudarlos y ayudarnos”.