En un artículo escrito por Elizabeth Reyes L, de Bogotá, Colombia, aparecido ayer en el diario El País, encontré información sobre un libro sobre el Papa Juan Pablo I que escribió Evelio Rosero (Bogotá 1958), editado por Tusquets, titulado “Plegaria por un Papa envenenado”,
Como antecedente, el autor menciona que leyó el libro “En nombre de Dios”, escrito por David A. Yallop que fue publicado en 1984, en el que plantea una conspiración para envenenar al Papa, y que él consideraba “era una investigación seria sobre lo acontecido con el mencionado Papa”.
En su novela, Rosero muestra a Luciani como el “humilde cura de la más humilde parroquia, visitador de enfermos, de prisiones, que huyó (mientras pudo) de vivir en lujosos departamentos, que abogaba por los pobres, que llamaba a los fieles hermanos y no hijos”. Entre otras cosa, menciona que el Papa quería introducir cambios fundamentales como aceptar la píldora anticonceptiva, el bebé probeta, hacer una Iglesia para los pobres, destinarles una parte de su riqueza y otros cambios que podrían lograr que la Iglesia evolucionara.
Dentro de lo que yo encontré de información sobre este Papa, aparte de recordar el escándalo mayúsculo que causó la muerte súbita del máximo pontífice de la Iglesia católica, a tan sólo 33 días de haber tomado posesión de su cargo (26 de agosto de 1978), están algunos datos de su biografía y desempeño sacerdotal.
Albino Luciani (17 octubre de 1912 /28 septiembre de 1978) fue el primer Papa nacido en el siglo XX y también el último en morir en ese siglo. Es el último Papa italiano hasta el día de hoy, y se le recuerda como “El Papa de la sonrisa” y “La sonrisa de Dios”.
El 15 de diciembre de 1969, Pablo VI lo nombró Patriarca de Venecia y el 5 de marzo de 1973, lo elevó a la dignidad cardenalicia, como hizo con Karol Jósef Wotyla el 26 de junio de 1967 (Juan Pablo II), y con Joseph Aloisius Ratzinger el 27 de julio de 1977 (Benedicto XVI). Me pregunto si sería visionario
Juan Pablo I tomó una serie de decisiones para hacer “más humano” al Papa. Fue el primer Papa moderno que habló utilizando el “yo”, en lugar del “nosotros”, aunque en los escritos modificaban este trato. El lema de su papado fue la expresión latina Humilitas (humildad), lo que reflejó en su polémico rechazo de la coronación y de la tiara papal en la ceremonia de su entronización, sustituyéndola por una simple vestidura.
Era carismático y la gente lo percibió como un hombre amable, cercano, bondadoso, desde el momento en que apareció en el balcón de la Plaza de San Pedro después de su elección. Utilizaba un lenguaje sencillo, coloquial, que se traducía en amabilidad, cercanía e incluso risa, a la vez que era un gran orador. Su estilo contrastaba con el de Pablo VI que hablaba muy formalmente.
Se mostró tolerante con aquellos que sinceramente habían intentado y fracasado en vivir de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia, y tenía planeado promulgar un encíclica para consolidar las reformas del Concilio Vaticano II, del que decía era “un extraordinario acontecimiento de gran alcance histórico y de crecimiento para la Iglesia».
Su sencillez fue notoria y fue el primer Papa en décadas en no tener un papel diplomático como Juan XXIII y Pío XI, o curial dentro de la Iglesia, como Pío XII y Pablo VI.
Su muerte inesperada generó muchas hipótesis y controversia, ya que el Vaticano afirma que murió en su cama de un infarto y que no se hizo autopsia. Por otro lado, la familia del Papa reveló en 1991 que la muerte no le sobrevino en la cama sino en su escritorio, y que si se le practicó la autopsia.
Estamos constatando la labor de un nuevo Papa con algunas características de Juan Pablo I y, desde un principio, he manifestado mi temor de que no lo dejen realizar los cambios que quiere hacer para acercar la religión al pueblo y a los pobres para estar cerca de ellos y con ellos, y no encerrado en un Palacio lleno de oro y de tesoros.