Una persona conocida me pregunta con frecuencia la opinión de los acontecimientos actuales de la “cultura taxística”. Llama así a lo que escucho en ese medio de trasporte, que utilizo desde hace muchos años, y cuyos conductores tienen la oportunidad de estar en contacto con todo tipo de personas. Esta última semana, hay una coincidencia en lo que expresan estos conductores de taxis, jóvenes y viejos, sobre los eventos violentos causados por ¿maestros? ¿alumnos? de la UNAM.
Todos coinciden en que no entienden el porqué de la pasividad (sic) del gobierno. Se sienten ofendidos de que cualquiera pueda ponerse una capucha, un pasamontañas, y se ponga a atacar propiedades ajenas, gubernamentales, estudiantiles, privadas, vías de comunicación, sin que haya una figura de autoridad que lo meta al orden y lo haga pagar por el daño que está causando.
Claro que si el primero de diciembre dejaron libres a unos bandoleros que hicieron destrozo y medio, es muy fácil imitar sus pasos. Si algo cunde como plaga, es el mal ejemplo y la impunidad.
Tengo entendido que los alumnos del CCH iniciaron un movimiento porque no querían que les dieran clases de Inglés y de deportes ¿¿¿¿¿¿ En qué siglo están ????????. Ante los desmanes que causaron expulsaron a unos cuantos. Ahora, “personajes sui generis” se dedican a pedir que los reincorporen al plantel.
Estoy segura de que si en las marchas de los maestros, se les solicitara su credencial vigente como maestros, la enorme mayoría de las personas que están ahí, rompiendo propiedades, haciendo pintas, perjudicando y causando daño a miles de personas, no la tendrían. ¿Es tan difícil identificar a los agitadores que aparecen una y otra vez en esos eventos violentos, ya que tienen los videos y fotografías?
Los taxistas se preguntan quién está detrás de todo esto, y se sienten molestos porque no les ponen un “hasta aquí”. Todos nos sentimos igual.
Estudiar en la UNAM cuesta una cantidad simbólica, y debería ser una institución de puertas abiertas para los jóvenes que quieran aprender y hacer algo en la vida. Sin embargo, encontramos a personajes que tienen diez o quince años inscritos y reprueban y reprueban. Ellos le están quitando un lugar a una persona que podría aprovechar y estudiar una carrera. ¿Qué pasaría si, a la segunda vez que alguien reprueba, o da de baja una materia, lo mandan a su casa? Si no le alcanza el cerebro, o no tiene tiempo de estudiar, que deje el lugar para otro joven que esté ansioso por superarse. ¿No podría hacerse un padrón de los “porros” y darles seguimiento?
Otra cosa que mencionan con temor los taxistas es el que cualquiera pueda enmascararse, tomar un machete y “salir a defender al pueblo”. Dicen que eso es muy peligroso y esperan que haya un gobierno fuerte que no deje que hagan esas cosas.
Hasta aquí mi cultura taxística. Voy a regresar a la propuesta que he hecho en diversos foros:
¡HAGAN UN MARCHÓDROMO!
Puede ser un espacio grande, en las orillas de la ciudad adonde haya oficinas para que funcionarios de las diversas dependencias gubernamentales, acudan a recibir a comisiones de ciudadanos que quieren protestar por esto o aquello. En esa explanada puede haber lugares para comer algo, comprar recuerditos, una capillita para prender una veladora y que se les “haga” lo que están pidiendo, servicios sanitarios y de emergencia.
Existe la libertad de expresión y de manifestación. En otros países se legislan las marchas, los inconformes piden autorización y la policía se prepara para favorecer el paso de los manifestantes. ¿Sería muy difícil hacer lo mismo?
Mi libertad termina donde empieza la del otro. ¿Por qué no recordar al Lic. Benito Juárez con su famosa frase: “Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz.
Los miles de personas que han estado varados en las carreteras, y que se vieron gravemente afectados por esa demora, tenían derecho de transitar por una vía de comunicación federal.
Los estudiantes que esperan su documentación para una beca en el extranjero, que se encuentran secuestrados en la Rectoría de la UNAM, tienen derechos.
Los miles de ciudadanos que, día con día, podemos tardarnos cinco o seis horas en llegar al trabajo o a nuestras casas, tenemos derechos.
Los particulares que invierten en un negocio para atender el turismo, el cual se ha visto mermado por la amenaza de esos enmascarados, tienen derechos.
Las personas que han visto como lastiman sus casas, su fuente de trabajo, tienen derechos.
Los monumentos, calles, avenidas, edificios gubernamentales, tienen el derecho de ser respetados y conservados por todos los ciudadanos.
¿Por qué el derecho de hacer daño de unos cuantos prevalece sobre el derecho de millones de mexicanos?
Creo que ese conveniente reflexionar sobre lo que está ocurriendo, leer entre líneas, pensar dos veces en lo que no quieren que pensemos, para podernos formar un criterio objetivo, no manipulado por medios de información, ni por arengas tercermundistas de quienes protestan por esto o por aquello. ¿Ustedes qué opinan?