UN RAYO DE ESPERANZA

Cuando se ha visto morir a muchos enfermos de SIDA, después de agotar la esperanza de vida, cuando surgen noticias que hablan de que puede haber una posibilidad de vencer a tan odiosa enfermedad, se vislumbra un rayo de luz en el camino para los enfermos que padecen ese síndrome.

En la página 26, del periódico EL PAÍS del día de hoy, viene un artículo firmado por Emilio de Benito, en el que menciona que la posible curación de un bebé que tenía sida, estimula a los científicos a investigar sobre el caso y analizar las probabilidades de que se encuentre una solución para la enfermedad.

En la Vigésima Conferencia sobre Retrovirus y Enfermedades oportunistas (CROI), celebrada en Atlanta, USA, Deborah Persaud, de la universidad John Hopkins de Baltimore, presentó un caso que causó estupor y reserva en los especialistas que asistían a dicho evento.     Esta respuesta se debió a lo excepcional de lo planteado, ya que los resultados llegaron por una serie de circunstancias casuales, no por un ensayo clínico practicado con todo el rigor científico acostumbrado.

Se trata de una niña Dde dos años y medio, hija de una campesina, que nació con el VIH transmitido por su madre, y después de haber pasado 12 meses sin medicación, no da muestras de tener el virus.

Sabemos que la transmisión de madre a hijo está casi erradicada en los países ricos, ya que es posible detectar si la madre tiene el VIH y darle un tratamiento mientras está embarazada y un refuerzo al bebé cuando nace para evitar que en niño se infecte. En el caso Deborah Persaud, no se le administró medicamentos a la madre porque cuando llegó al hospital con 35 semanas de gestación, no sabía que tenía el VIH, lo que se descubrió en el momento del parto.

Por lo general, a los recién nacidos no les administran el tratamiento de inmediato, pero a esta bebé, que trasladaron al hospital de la Universidad de Mississipi, los médicos decidieron adelantarle el tratamiento habitual y le dieron, a las 30 horas de nacida, los antivirales Nevirapina, AZT y 3TC, que se administran a niños de países pobres, donde nacen alrededor de 350 000 niños infectados anualmente, según la ONUSIDA.

La medicación tardó 90 días en hacer efecto y bajar la cantidad de virus en la bebé y se mantuvo mientras la niña estuvo bajo control. Sin embargo, como la madre provenía de un entorno rural, por lo que no había ido al médico durante el embarazo, no siguió impartiéndole la medicina a la niña durante un año y, cuando regresó al hospital, los médicos vieron que no tenía ya el virus.

Los investigadores dicen que es necesario profundizar y analizar este caso, antes de llegar a conclusiones, y ver el proceso de evolución de la niña. Una madre que por incapacidad de acceso al hospital (puede habérsele acabado el dinero, o terminado la cobertura del seguro médico, o vivir en un lugar aislado), por negligencia o escepticismo, ha abierto la puerta para que científicos de todo el mundo busquen respuestas en lo que puede ser un rayo de esperanza para prevenir y combatir el VIH y el SIDA.
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