14 DE FEBRERO

Ya hablamos de dar algo de nosotros mismos, en lugar de caer en el consumismo asociado con la festividad de ese día. Vamos ahora a abordar una reflexión que nos permita iniciar acciones que perduren en el tiempo, y que generen cambios significativos en nuestras vidas, basadas en el contacto.  Algunas pueden relacionarse con el contacto físico, “piel a piel”, que es indispensable para la sobrevivencia y sus beneficios han sido comprobados desde hace mucho tiempo.

Empecemos por los bebés, prematuros o no, sobre los que se han realizado muchas investigaciones para ver su desarrollo y salud integral. Una que me llama la atención entre ellas es el reportaje de Carmen Morán, publicado en el periódico el País del día 12 de este mes, en la página 31, sección Salud, donde analiza el impacto económico favorable que proviene de permitir que los padres participen en el cuidado de los bebés en los cuneros e incubadoras, además del que ya conocemos que incide en los aspectos emocional, físico y psicológico.

La reportera menciona al NIDCAP (Newborn Individualized Developmental Care and Assesment Programs) y enfatiza que algunos hospitales en España ya han entrenado a su personal en la aplicación del programa, habiendo logrado una disminución en el costo económico operativo.

El NIDCAP, creado en 2001, plantea una nueva filosofía para el cuidado del prematuro, cubriendo los aspectos del impacto ambiental y la familia como eje central de la sana evolución de los bebés, en lugar de centrar todo en la atención médica, ya que se ha comprobado que los neonatos que reciben esta atención obtienen mejor resultado neuroconductual, mejor tolerancia enteral y precisan menor soporte respiratorio.

Seguramente ustedes han oído hablar de la Operación Canguro, técnica que se aplica en los bebés prematuros o con un peso menor al que corresponde a las semanas de gestación cuando nace, en que la lactancia materna exclusiva y la posición canguro, aunados a la relación amorosa y estrecha que se establece entre madre e hijo, son factores primordiales para la sobrevivencia del bebé y su desarrollo neurológico y cognoscitivo.   Los doctores Héctor Martínez Gómez y Edgar Rey Sanabria iniciaron este cambio en la forma de cuidar a los recién nacidos en esas condiciones, desde 1979 en Bogotá Colombia, y de ahí se proyectó a todo el mundo por los magníficos resultados obtenidos.

¿Por qué recordé esto? Porque encuentro a muchas personas que traen una cicatriz considerable por falta de contacto “piel a piel”, cuando nacieron o durante su crianza, sobre todo durante el primer año de vida.

¿Cómo vemos estas cicatrices? Estas personas pueden ser hurañas, retraídas, enfermizas, rehúyen el contacto físico (sin que exista una patología psiquiátrica), tienen una personalidad con características de la etapa anal, asocian las caricias con las palabras debilidad o manipulación, en fin, hay muchas maneras de detectarlos.

Por ello es conveniente que reflexionemos sobre nuestra forma de manejar el contacto físico con los demás, y evaluemos qué emociones o sentimientos se genera en nuestro interior, para que, en caso de ser necesario, modifiquemos patrones equívocos, cerremos círculos emocionales o acudamos a la autoreparentalización.

Si la crianza fue muy castrante y limitante, puede ser conveniente acudir con algún especialista que nos apoye.

Hoy es un buen día para empezar a darnos amor, caricias, cuidado, protección, mimos, a nosotros mismos, ya que sólo así podremos compartir esta vivencia con los demás. “Nadie puede dar lo que no tiene”.

Consultar:

Dr. René Spitz, biografría y su libro «El primer año de vida».

Dr. Fritz Talbot, del Hospital Belleveu en Nueva York sobre su teoría de la terapia de contacto.

www.nidcap.com

 

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