Hoy vamos a dar tres muestras de reconocimiento a personas que nos sirven, nos atienden, nos facilitan la vida.
Nada es más peligroso que la rutina para las relaciones humanas. A fuerza de recibir el cuidado, el servicio o ayuda de personas que nos facilitan el diario desempeño, terminamos por “dar por sentado” que es algo natural, que lo merecemos, que es su obligación servirnos “rápido y de buen modo”, y terminamos por no reconocer su esfuerzo y, mucho menos, agradecerlo.
Por ello, hoy vamos a reconocer a tres personas que nos sirven o facilitan el camino, diciéndoles algo positivo que los aliente a seguir siendo parte importante en la vida de los demás. Puede ser el portero del edificio al que, si acaso, le gruñimos un Buenos días sin voltear a mirarlo, o al mesero que nos sirve el café con diligencia y premura apenas nos ve acercarnos a la barra; o a la asistenta del hogar que se levanta muy temprano para tener listo mi desayuno, después de que el día anterior lavó y planchó mi ropa e hizo la limpieza de la casa.
Estoy segura que habrá muchas personas a las que no le prestas atención y que facilitan tu vida: el personal de intendencia de la oficina, tu secretaria, tus empleados, algún colaborador, tus padres, tus maestros, un amigo, el personal del hospital donde te haces los análisis médicos periódicos, el cajero del banco que te atiende siempre, en fin, puedes tener la oportunidad de dar ese reconocimiento a muchas personas, no sólo a tres como propongo como mínimo.
“En el dar está el recibir”. Vas a recibir mejor atención, dedicación, esmero, por esos minutos que invertiste en reconocer que el trabajo de los demás facilita el tuyo.