Poemas de amistad

Agradezco a las personas que me enviaron los siguientes poemas sobre la amistad para enriquecer el tema. Quieren permanecer en el anonimato y lo respetamos. De eso se trata, de que entre todos aportemos y compartamos algo grato. Espero les gusten. El primero es de José Martí (La Habana 1853-1895), y dice:

Cultivo una rosa blanca
en Junio como en Enero,
para el amigo sincero,
Que me da su mano franca.

Y para el cruel que me arranca
el corazón con que vivo,

ni cardo ni ortiga cultivo,

cultivo una rosa blanca.

Recibí también uno de Jorge Luis Borges (Argentina 1899-1986), que me pareció muy completo y que yo desconocía:

Poema de la Amistad

No puedo darte soluciones para todos los problemas de la vida,
ni tengo respuestas para tus dudas o temores,
pero puedo escucharte y compartirlo contigo.

No puedo cambiar tu pasado ni tu futuro,
pero cuando me necesites estaré junto a ti.
No puedo evitar que tropieces,
solamente puedo ofrecerte mi mano para que te sujetes
y no caigas.

Tus alegrías, tus triunfos y tus éxitos no son míos,
pero disfruto sinceramente cuando te veo feliz.
No juzgo las decisiones que tomas en la vida,
me limito a apoyarte, a estimularte y a ayudarte si me
lo pides.

No puedo trazarte límites dentro de los cuales debes
actuar, pero si te ofrezco el espacio necesario para
crecer.
No puedo evitar tus sufrimientos cuando alguna pena te
parta el corazón, pero puedo llorar contigo y recoger
los pedazos para armarlo de nuevo.
No puedo decirte quien eres ni quien deberías ser,
solamente puedo quererte cómo eres y ser tu amigo.

En estos días oré por ti.
En estos días me puse a recordar a mis amistades más
preciosas.
Soy una persona feliz: tengo más amigos de lo que
imaginaba.
Eso es lo que ellos me dicen, me lo demuestran.
Es lo que siento por todos ellos.
Veo el brillo en sus ojos, la sonrisa espontánea y la
alegría que sienten al verme.
Y yo también siento paz y alegría cuando los veo y
cuando hablamos, sea en la alegría o sea en la
serenidad.

En estos días pensé en mis amigos y amigas,
entre ellos, apareciste tú.
No estabas arriba, ni abajo ni en medio.
No encabezabas ni concluías la lista.
No eras el numero uno ni el número final.
Lo que sé es que te destacabas por alguna cualidad que
transmitías y con la cual desde hace tiempo se
ennoblece mi vida.
Y tampoco tengo la pretensión de ser el primero, el
segundo o el tercero de tu lista.
Basta que me quieras como amigo.
Entonces entendí que realmente somos amigos.
Hice lo que todo amigo:
Oré… y le agradecí a Dios por ti.
Gracias por ser mi amigo.

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