Sé que muchos de ustedes están siguiendo el nuevo sendero que nos llevará a recibir el año próximo en condiciones óptimas, porque han compartido sus experiencias al respecto. Es importante que sigan aplicando cada día algo de lo que se acuerden de los ejercicios previos y lo que corresponde a las siguientes 24 horas.
Hoy vamos a observar, a compenetrarnos, a recuperar nuestra capacidad de asombro, a rendirnos ante un milagro de vida, y para ello vamos a acercarnos a la naturaleza, nuestra gran Maestra, a la que ignoramos o desoímos muchas veces.
¿Qué podemos hacer si vivimos en una urbe de acero como el Distrito Federal, Nueva York o Chicago? Vamos a acercarnos a un parque, a un jardín, a un camellón en una avenida arbolada, seguramente encontraremos algo que no nos quede tan distante. Podremos apreciar el brote de una flor o de una nueva rama en un árbol recién talado, el vuelo mágico de un colibrí (dicen que es de buena suerte encontrar uno), la construcción de un nido entre las ramas de un árbol o, si es a primera hora de la mañana, el brillo mágico del sol a través de unas gotas de rocío sobre sus hojas. Podemos ver la labor incesante, organizada, disciplinada de hormigas o abejas (especie que podría ganar varios premios Nobel de Arquitectura y Economía). También podemos ver un muro de piedra en el que, contra toda lógica, nace y florece una planta.
En fin, yo ya les di algunos ejemplos, busquen ustedes uno que les llame la atención. Uno es suficiente para que les haga rendirse ante la naturaleza. Recuerden la frase de Einstein “Dios no juega a los dados con el universo”.
Finalmente, nosotros formamos parte de un orden universal y somos parte de la naturaleza que descuidamos o agredimos. Vale la pena rescatar este contacto. ¡Buen día!