14 de abril

Hoy es aniversario de la Segunda República Española (14 de abril de 1931).  Dentro de mis recuerdos de infancia está cómo se celebraba este día en mi casa con una paella, rociada con un Paternina tinto, a la que antecedían botanas de jamón serrano, lomo embuchado, aceitunas, espárragos, anchoas, boquerones, chorizo, quesos de todo tipo (mis favoritos, el Cabrales y el de oveja de Burgos), además de todo tipo de dulces.  Claro que había otros vinos, sólo que a los niños nos dejaban probar un poquito de tinto y nada más.

Como digo en la introducción del libro de “Memorias de un niño durante la guerra y el exilio”, yo crecí escuchando a mis padres y a mi hermano mayor platicar sobre el infierno que habían vivido durante la Guerra Civil española, y era tanto el dolor que había en esos relatos que opté por evadirme y salir huyendo, en todos sentidos, de todo aquello que tuviera que ver con el tema.

Cuando habían ya muerto mis padres y uno de mis hermanos españoles, y el mayor estaba ya viejo y enfermo, me percaté de que si él moría, desaparecería con él una parte de la historia de mi familia, por lo que con todo profesionalismo hice una labor de recopilación de sus recuerdos de la guerra e investigué para verificar que concordaran con los eventos históricos. Fueron sesiones muy intensas y duras para los dos y quedábamos agotados: él por revivir su dolor y yo por vencer la evasión y permitirme sentirlo, mediante la empatía, por primera vez.

Omití escribir el nombre del pueblo donde nacieron mi padre y mis hermanos, porque considero que puede ser el pueblo de miles de españoles que, como ellos, tuvieron que abandonar el suyo, dejando atrás todo: la familia, el hogar, la patria, para empezar, desde cero, en otro lugar desconocido.

A raíz de las presentaciones del libro, se me han acercado personas de Europa Central, Rusia, Centro América y otros muchos lugares para decirme que habían leído el libro y que eran parecidas las vivencias a lo que sus padres o ellos habían vivido,  años atrás o recientemente, al tener que salir huyendo de su País.

El dolor de un niño es un dolor sin nacionalidad, raza, condición económica, política, social o cultural, y hoy en día, en muchas partes del mundo hay niños víctimas de la guerra o la guerrilla. Sólo si tomamos conciencia de ello, podremos colaborar con un granito de arena para lograr la paz: en nuestros corazones, nuestra mente, nuestra familia, nuestro barrio, nuestra ciudad, nuestro país y en el mundo entero.

Los invito a reflexionar sobre esos niños y hacer algo al respecto. ¿Qué se les ocurre que podamos hacer?  

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