Ayer entré en crisis. Por un lado están los recuerdos de cuando yo era una católica perfeccionista ¿fanática? que iba a misa todos los días a comulgar, rezar y rezar, a hacer penitencia, en una búsqueda de una paz interior que no encontré en esas prácticas ni en los templos, y por el otro, está el concepto de aprovechar las vacaciones para descansar y divertirse.
Estoy convencida que nada sucede por casualidad. Al estar escribiendo lo anterior, escuché unos cánticos en la calle y me asomé al balcón. No podía creer lo que veía. Eran exactamente 72 personas (90% mayores de 60 años), capitaneadas por un sacerdote católico quien vestía alba, estola y cíngulo y una cachucha de beisbol, lo cual es algo inusual en alguien que está ejerciendo su ministerio. Si era para protegerse del sol, son las 10 a.m. y, aunque brilla el sol en todo lo alto «no es para tanto», diría mi Nana Soledad. Cabe decir que vivo a una cuadra de un templo católico muy conocido, aunque no muy visitado, en un barrio de clase media.
Lo segundo que me impactó es que dos de los participantes que presidían la comitiva con el cura a un lado, cargaban una cruz de madera de aproximadamente dos metros y medio de alto y 15 x 10 centímetros de grosor los maderos. La policía, muy oficiosa, se hizo presente con cuatro patrullas, varias motocicletas y elementos de a pie, para protegerlos y facilitar su tránsito. En México está prohibido celebrar ritos religiosos en las calles, y no creo que hayan solicitado licencia para un desfile como éste ante las autoridades.
Se detuvieron justo delante de mi balcón, y el cura les dirigió unas palabras sobre la tortura, los verdugos y la maldad. Acto seguido llamó por un micrófono portátil a: “Clara y su hijo” para que cargaran ellos la cruz, quienes tendrían alrededor de 60 y 30 años respectivamente. Por lo visto se relevaban en esa tarea los feligreses de la procesión. Emprendieron la marcha mientras entonaban cánticos que no identifico, custodiados y amparados por patrullas y policías.
Todo esto es surrealista (México lo es) y me hace cuestionarme muchas cosas. Son famosas y “patrimonio de la humanidad” las prácticas religiosas católicas que re-crean los momentos de la captura, tortura y crucifixión de Jesucristo en Iztapalapa en la ciudad de México (por favor, entren en internet y vean videos y fotos sobre estas ceremonias), valen la pena para conocer más la cultura mexicana.
Las personas que se involucran en este tipo de prácticas, ¿estarán tan ávidas de paz interior como yo lo estuve un día? ¿Es una fuga momentánea de su realidad cotidiana mediocre y limitada en todos los sentidos? ¿Es una manera de “lavar” sus culpas? ¿El golpearse a latigazos, cargar nopales con espinas sobre la espalda, coronas de espinas en la cabeza, torturar la piel con instrumentos varios, caminar descalzos o de rodillas grandes distancias, es para ganar indulgencias (¿Dónde estás Lutero?) o para limpiar la conciencia?
Sé que este tipo de procesiones y prácticas no son privativas de mi país, lo cual no evita que nos preguntemos: ¿Cuál es la ganancia secundaria en todo esto? ¿Por qué la iglesia católica lo propicia? Hay mucho que encontrar si uno entra en esos terrenos. ¿Qué opinas tú?
Mi estimada Maria, lamentablemente lo que ha hecho la Iglesia. es únicamente infundir miedo y falsas esperanzas, ver a un Dios con miedo,sufrimiento y no con los ojos del amor.
Hay una incongruencia Total en miles de situaciones que maneja la iglesia. de las ultimas
Gastar mas de 75 millones de pesos en una plataforma en el aeropuerto, solo para la llegada del Papa. Cuando hay miles de personas muriendose de hambre.
Hola Gabriela.
Coincido contigo. Todo el boato, el dispendio que se dió en esta ocasión, y que se da siempre en los actos ceremoniales de la iglesia católica, como cargar con una gigantesca cruz de oro incrustada en priedras preciosas y un anillo similar para ser «besado» en señal de ¿respeto?¿sumisión?¿veneración? cuando Jesucristo andaba descalzo, sin ningún símbolo de poder o de dinero encima, mientras en el mundo, en México, mueren de hambre personas todos los días y existen más de 40 millones en pobreza, me parece una bofetada a la congruencia.
Yo creo en el Dios Amor, en la Totalidad, a la que puedes acceder sin intermediarios, requisitos de lugar u hora, que no te pide «donativos», «regalos», «sacrificios».
Gracias por escribir. Saludos. María.