Ayer recibí un correo de una joven de 15 años que está estudiando en el extranjero por medio de un programa de intercambio, (los niños o jóvenes asisten a escuelas públicas y viven con una familia local), en el que me decía que esta semana iba a viajar su mamá a visitarla.
Comentaba que estaba muy ilusionada porque nunca había estado tanto tiempo lejos de su casa y de sus padres y que estaba por cumplir cinco meses y medio en otro país, con otra familia, otra cultura, otro idioma. Me decía que le cuesta trabajo y que lo está haciendo porque sabe que es una oportunidad única y un gran esfuerzo de sus papás al enviarla a perfeccionar un idioma.
Yo me quedé reflexionando que los hijos vuelan ahora más pronto, aunque no siempre quieren abandonar el nido a tiempo, Esto último es en términos generales, sin entrar en detalle de la situación de desempleo (paro) en otros países que llega a ser del 50%, lo que les impide independizarse económicamente. Antes había un estrato de mileuristas, ahora ya hay uno previo de nimileursistas, y ni qué decir de los Ni-Nis.
Retornando a mi joven lectora, veo cómo los niños viajan solos, cada día a más temprana edad, asisten a campamentos, visitan familiares que viven lejos, en fin, saben manejarse por sí mismos y en forma independiente, lo que les da seguridad y amplía sus horizontes en un mundo globalizado.
Mis hijos fueron a la escuela a los dos años y favorecí su independencia en todos sentidos. Uno de ellos, no quería echarse a volar y dice que yo agité la rama de tal manera que no le quedó otro remedio que hacerlo. Al preguntarle si la medida resultó negativa, reconoció que no, que le hizo crecer y madurar.
Si ustedes tienen hijos (o nietos) que están empezando a volar fuera del nido, van a entender la desazón de verlos partir y la decisión de propiciar que lo hagan, para que sean libres y realicen sus sueños. Si son muy jóvenes, recuerden cuando ustedes estrenaron sus alas. ¿En cuál de los dos casos estás tú?