Hoy es domingo por lo que voy a compartir algunas anécdotas singulares que me cuenta una amiga mía sobre sus vecinos, a quienes conozco de vista. Ella vive en un edificio de ocho pisos, construido allá por los 70´s, ubicado en una colonia de clase media en el norte de la ciudad.
Comenzaremos con el portero, hombre de alrededor de 60 años, quien vive ahí con su esposa y dos hijos, el cual exige se le diga conserje y no portero, porque su trabajo no es abrir puertas, cosa que pone en práctica a rajatabla. No hay sistema electrónico para abrir la puerta del edificio, por lo que los inquilinos tienen que bajar a abrir cuando reciben visitas. El conserje ha sido capaz de estar frente a la puerta de vidrio de la entrada, viendo a la muchacha de servicio que trabaja con ella y no le abre, “porque él no está para abrirle la puerta al servicio”, lo que muestra que es víctima del síndrome del ladrillo, tan común entre los mexicanos. Si se le indica algo que no funciona, contesta en forma majadera o se da la vuelta y deja al vecino con la palabra en la boca. ¡Por qué lo toleran? Según el encargado, porque maneja bien los coches. ¿Será?
Otra actitud especial y muy notoria de este señor es la forma en que rehúye a una pareja de homosexuales de alrededor de 40 años que viven en el séptimo piso, como si tuvieran alguna enfermedad contagiosa y la forma despectiva en que se expresa de ellos, un modo de comportarse que solemos ver con frecuencia en algunos hombres. ¿Tan inseguros están de su preferencia sexual que tienen que apartarse de la tentación? Por cierto, uno de ellos es muy atractivo, y la hija de uno de los vecinos que tiene 18 años, está empeñada en incitarlo a que pruebe las delicias de la heterosexualidad, cosa que los padres no notan porque no los consideran una amenaza para la jovencita. Veremos qué pasa a la larga.
Hay un departamento vacío porque ahí vivía un matrimonio y la señora “se volvió loca y la encerraron”. Radio pasillo informa que lo que pasó es que el marido la pescó cuando lo convertía en un ejemplar de Xajay y armó un escándalo tremendo, tras lo cual ella optó por no regresar y maliciosamente comentan que tal vez el marido no cumplía, por lo que ella tuvo que conseguirse un “galán”. De lo que estoy segura es que si encerraran en el manicomio a todas las adúlteras, no habría camas disponibles para los que sí están locos.
Poco a poco vamos a introducirnos en ese microcosmo como una muestra de lo que pasa en muchos edificios y condominios horizontales (antes vecindades), para ver reflejadas las consecuencias de vivir en una comunidad forzada con todo tipo de personas. ¿Qué opinas del síndrome del ladrillo? ¿Cómo podríamos combatirlo?
SUPER…….reflexiones…interesantes tanto para reir como para informarse.
Siga usted en esa lìnea….vamos con usted Sra. Lòpez Garachana.
Gracias por el comentario. Voy a dar todo de mí para lograr los dos objetivos que mencionaste. Seguiremos en contacto. Un abrazo. María.