Esta premisa es una realidad contundente. La mejor manera de acabar con el enemigo es lograr que entre su ejército surjan divergencias entre los líderes, o como decimos por aquí “que cada quien jale la cobija para su lado”.
Hay muchas maneras de que esto suceda, una de ellas es permitir a los que quieren ocupar el puesto de mando luchar para lograrlo, ya que se favorecen las zancadillas, las intrigas, las luchas internas y el desconcierto de la tropa que se pregunta ¿y si me voy con fulano y resulta que sale el otro, qué me va a pasar?, con lo que mejor opta por hacerse desentendida y no participar.
Otra forma es cuando es el enemigo quien apela a los nobles principios de su contrincante y subrepticiamente siembra la discordia entre las personas de su ejército que considera son piezas claves para lograr el jaque mate y, en ocasiones, se da una combinación de las dos estrategias.
En México tenemos tres partidos políticos fuertes. Dos ya empezaron la carrera por la presidencia hace ¿seis u once años? y el otro apenas está en el proceso de jugar a “de tin marín, sin tomar en cuenta que, aunque es cierto que caballo que alcanza, gana, si no estás en la pista no tienes posibilidades de vencer a nadie.
Para quienes van a votar en el PAN, les recomiendo lo hagan sin miedo y sin prejuicios de sexo o edad, después de haber analizado el recorrido político y personal de los candidatos. Incluyo el personal porque es muy importante que el representante de su partido sea una persona que tenga una familia consolidada, por aquello de que el buen juez, por su casa empieza. Tienen el ejemplo a la vista con el presidente actual quien ha sobresalido en ese aspecto, en especial su esposa que es digna de toda admiración y respeto por su inteligencia, capacidad de trabajo y discreción, cosa que no vemos con frecuencia en el desempeño de las primeras damas.
Esto mismo valdría la pena analizar respecto a los candidatos opositores.
Reflexionemos y no permitamos que sean otros los que decidan por nosotros.