Pareja o concubina

En una reunión a la que asistí el otro día mencioné que una hermosa joven era pareja de un conocido de las personas ahí presentes.

Me dijeron que no se decía así, que debía decir novia, a lo que repliqué que si dos personas vivían juntas eran pareja, no novios y que existían parejas heterosexuales y las formadas por personas del mismo sexo y que la ley ya contempla el hecho de otorgarles algunos derechos y obligaciones parecidos o similares a los que se adquieren mediante el matrimonio civil con lo cual se levantó una polémica feroz.

Hubo quien argumentó que decir pareja era lo mismo que decir que vivían en concubinato y eso estaba mal visto socialmente y que el término amante ya no se utiliza tampoco, se dice novio o novia.

Yo planteaba que concubinato es una palabra que viene del latín concubinatus que quiere decir “los que duermen juntos” y que la ley la maneja legalmente desde épocas muy antiguas y que vivir en pareja, vivir en unión de hecho, en unión libre o en aparente matrimonio, es lo mismo.

Me sugirieron palabras sustitutas de pareja como marinovio, que se utiliza cuando el matrimonio está separado y mantienen vínculos sociales  y/o sexuales entre ellos. Cada uno vive en su casa y puede tener otra pareja ocasional no establecida ni relacionada con su ámbito social. En éste y en el familiar siguen siendo la familia unida.

Otro ejemplo fue el amigovio, que es cuando son novios, cada quien vive con sus padres y ya tienen relaciones sexuales como si estuvieran casados.

Antes, la esposa era la esposa y la amante, la amante e igual sucedía cuando el cornudo era el marido. Un hombre podía tener su catedral y muchas capillitas y procrear hijos de riego y de temporal. Me ha tocado asistir a velorios donde conviven en el duelo tres o cuatro familias que tenían ese vínculo con el muertito. Del lado de las mujeres, era más común que le endilgaran un hijo del amante al esposo, cosa que salvo casos de novela no se sabía nunca.

Hoy día no es raro ver a un señor de más de 60 años que se divorcia, saca a su amante compartida del closet y la presenta ante la sociedad como su novia y compañera espiritual, o que una señora cuyo esposo tiene una enfermedad mental lo mantenga en casa con una enfermera y ella se dedique a gozar la vida con su novio y lo introduzca en la sociedad abiertamente. Hago mutis al respecto porque he conocido casos así.

Considero que en algunos aspectos se ha ganado terreno al establecer la Ley de Sociedad en Convivencia, ordenamiento aprobado el 9 de noviembre del 2006 por la Asamblea Legislativa del Distrito Federal que se publicó en marzo 5 del 2007, donde se da reconocimiento legal a hogares formados por dos personas (heterosexual u homosexual) que han vivido juntas por un mínimo de dos años y que no están casadas o en concubinato con otra persona ni tienen otro Convenio civil de convivencia vigente.  Algunos derechos son los de heredar, alimentos, tutela legitima, subrogación del arrendamiento y servicios de la seguridad social.

Este convenio se registra en un registro propio, distinto al Registro Civil, en la Dirección Jurídica de la Delegación política a la que pertenecen los convivientes e igualmente puede cancelarse en esa dependencia.

Así que ya hay forma legal de unir a la pareja sin que sea mediante el matrimonio civil. Veremos el futuro de esta posibilidad conforme avanza el tiempo.

Me llama la atención el miedo al término vivir en pareja, a la necesidad de encubrir y disfrazar una relación que puede ser sana si se contempla establecer después un vínculo formal por la vía legal y tal vez por la religiosa, si es que van a integrar una familia y procrear hijos cuyo futuro conviene garantizar.

¿Estamos progresando o estamos perdiendo valores?

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