Septiembre 30 del 2014

Renovación 274

En ocasiones tendemos a relacionarnos con personas de las que esperamos aceptación y reconocimiento y, una y otra vez, no lo recibimos a pesar de todos nuestros esfuerzos para ello.

Por ahí dicen que los hijos son los peores jueces para sus padres, sobre todo cuando hay resentimiento por lo que hicieron o dejaron de hacer.

Nuestros padres, cuando nos criaron, hicieron lo que pudieron de acuerdo con su historia, es decir, basados en su bagaje cultural, familiar, formación, vivencias. Cada quien da lo que tiene.

Lamentar, reclamar, o guardar resentimiento por aquello que nuestros padres no pudieron darnos, ya sea porque no tenían un patrón mental para ello o ignoraban cómo hacerlo, es amargarnos la vida en forma gratuita y lastimarlos a ellos.

Aceptar esa realidad nos permite brindarnos a nosotros mismos la aceptación amor y confianza que sentimos no fueron suficientes en la infancia, y buscar relacionarnos con personas que puedan darnos el reconocimiento, cariño y apoyo que necesitamos para crecer.

Caer en relaciones destructivas para perpetuar las carencias de la infancia es muy riesgoso y nocivo para nuestra salud mental.

Si sentimos que recibimos indiferencia de nuestros padres, no es conveniente buscar una pareja que se comporte igual a ellos. Lo mismo es para el caso de una familia disfuncional por alcoholismo, drogadicción, o violencia de cualquier género.

Deja un comentario